Siempre he sido de echarme siestas. Después de comer me invade el genio del sueño, y me obliga a descansar unos cuantos minutos antes de volver a proseguir con mis tareas diarias.
Aquel día, el genio se me apareció en el parque del retiro. Como era verano no lo dudé, me descalcé y a la sombra de un frondoso árbol, sobre la hierba, cerré los ojos.
Cuando desperté me sentí realmente descansada. Me estiré, bostecé y busqué mis zapatos. Solo encontré uno.
Miré alrededor. A aquella hora no había mucha gente en el parque: algunos niños jugando al balón, algún aprendiz de patinador, mujeres mayores paseando y charloteando tranquilamente, algunos seguidores del genio del sueño sobre la hierba… Nadie sospechoso de haberse llevado mi zapato.
Revisé palmo a palmo el terreno donde había descansado. Me pregunté qué pensaría hacer el ladrón con el compañero de mi zapato. Al principio me hizo gracia.
Volví a revisar la hierba. Tenía que volver al trabajo, se me estaba haciendo tarde y, con un zapato solo, iba a ser un poco complicado. Descalza y con el zapato en la mano, me encaminé hacia la salida. Las piedras se me clavaban en mis pies haciendo el camino muy incómodo. Pisé un cardo y chillé. Maldije al idiota que se había llevado mi zapato.
Cuando más caminaba más convencida estaba de lo que tenía que hacer. Sigilosamente, me acerqué a alguien que, como yo, había pensado que sobre la hierba y descalzo podría relajarse un rato. Presa del pánico, me acerqué muy despacio a mi víctima, comprobé el número, y me llevé…un zapato, un único zapato.
Me alejé corriendo y sin mirar atrás. Me dolían los pies, los tenía magullados. El miedo no me abandonó cuando me puse mi zapato y el zapato robado. Con rapidez me dirigí hacia la salida del parque para esperar al autobús que me llevaría de vuelta a mi trabajo.
El autobús tardo varios minutos en llegar, el tiempo suficiente para comprobar, que en aquella cola, nadie llevaba dos zapatos iguales.
Me ha gustado mucho Rebe, curiosa la historia….un besito