Recuerdo el día en el que me casé, pero ya no puedo recordar la fecha en la que lo hicimos.
Si cierro los ojos te veo junto a mí, con tu traje impecable, tu corbata, tu chaleco y aquellos brillantes y negros zapatos nuevos. ¡Y eso que siempre creí que te casarías en deportivas!
Recuerdo que cuando llegué a tu lado me enseñaste tu mano y yo puse la mía encima. Me la cogiste suavemente y noté que temblabas. Te agarré con firmeza como queriendo acabar con tus nervios.
Ahora, es mi mano la que tiembla. Soy yo quien te muestra mi mano, y eres tú quien firmemente la coge como queriendo acabar con mi sufrimiento.
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