Andar. Poner un pie delante de otro. Unas veces más rápido, otras más despacio. Grandes y pequeñas zancadas. Recorrer el camino. Normalmente sin pensar, sin darse uno cuenta de lo que hace. Avanzar o retroceder como un robot, automáticamente.
Cuentan, y es realidad, que después de setenta y cinco años andas montada en un avión rebosante de ilusión.
Comentarios recientes