Han pasado casi dieciséis años.
Ni siquiera Miguel sospechaba que se iba a separar. El día que Ana le dijo que se fuera, que no le aguantaba más, que ni podía ni quería soportar más sus debilidades, su falta de arrojo y su carácter pusilánime, le pilló por sorpresa. Oír de su boca la palabra asco le superó. Nunca Ana le había hablado ni en aquel tono ni de aquella manera.
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