Para implorarle que vuelva a casa… porque aquel no es su sitio. Yo, que me peleé con su padre para que recibiera una educación pública y estudiara ciudadanía.
Yo, que todos los domingos por la mañana en vez de ir a la iglesia, le llevaba a visitar museos o cuentacuentos…
La última vez que lo hablamos me dijo que debería sentirme orgullosa: que su decisión era fruto de su educación. Pensar por sí mismo le había llevado hasta allí. Y estaba convencido de que aquella era su vocación.
probando,1,2