¡Uff! Tengo una pinza en la nariz y mi hermano Martín también. Me hace bastante daño, pero es mejor eso que oler a pedo y hoy huele toda la casa. La abuela otra vez está cocinando coliflor. He intentando enseñarle a la abuela videos de Youtube…
Sí que ha pasado tiempo, sí.
Como ya sé leer bien, soy capaz de leer mis propias historias y me he reído mucho. Bueno, no con todas, algunas no me hacen mucha gracia; la de la cárcel me sigue dando miedo. Lo que ya no me da miedo es el dragón de mi tío.
Voy a hacer una confesión: a veces, en la escuela, me aburro y no quiero ir, aunque luego voy, solo por no oír a mi mamá y a mi papá diciendo que ellos tampoco quieren ir a trabajar y van.
A mi hermano Martín, una chica de su clase le ha dado calabazas, o eso dice mi mamá, pero yo no las encuentro en casa. Y las he buscado mucho, mucho. No sé por qué le han dado calabazas cuando ya se ha pasado Halloween.
¡Uf! Os lo voy a contar porque ya han pasado unos días, pero hasta ahora no se lo he podido contar a nadie, a nadie. ¡Menuda angustia! Ni siquiera me atrevía a decírselo a mi papá Dari.
Esto de ser explorador casi me cuesta la vida…, y una bronca muy gorda de mi papá (ya veréis), otra de mi mamá (pero más suave), de mi abuela por enredador (dice ella), y de mis tíos no… porque no estaban, que si no, pues también. ¡Esto de ser aventurero entre mi familia está mal visto!
¡Ya sé jugar al fútbol! ¡Ya puedo jugar al fútbol con mi hermano Martín y mi tío David! Aunque cada vez que me pongo a jugar, me mandan con los coches, con la bici, a merendar con mi tía, a correr por el jardín o a mojarme con la manguera, al armario de los juguetes, a ver a los perros…
Mi mamá dice que hay días en los que es mejor no levantarse, y yo nunca lo entendí hasta que llegó ayer.
A mí me gusta mucho Bob Esponja y quiero verlo siempre, así que para que no me cambien a Bob Esponja tengo que comer y cenar con el mando: en una mano el tenedor y en la otra el mando de la tele.
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