Quería tan sólo vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué habría de serme tan difícil…? Si no me hubiera enfrentado a todas las dificultades que se me han ido presentando, ¿qué habría sido de mí?
Desde pequeñito supe apañármelas bien. Como cualquier niño, fui a la escuela. Aprendí a leer, a escribir y a comer con la izquierda, a correr, a nadar, incluso a jugar a peleas. Mi hermano mayor fue mi doble, mi escudo y mi bastón.
Mis padres siempre me animaron. Nunca olvidaron su culpa y trataron de borrar su pecado, dedicándome sus vidas en exclusiva. Me hicieron fuerte y valiente, borraron mis miedos, me inculcaron valor y arrojo, bravura y ánimo.
Todo ha cambiado. Ahora, que he crecido, que soy mayor y que te tengo delante, me topé con mis barreras. Me abandonaron las palabras y por primera vez me sentí torpe. No supe convencerte.
Hasta ahora nunca sentí que me faltara nada.
Perdóname, no debí besarte.
Copyright 2014.Rebeca Robles Gayo
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