Martín, mi hermano, se ha pasado toda la tarde en el baño. Sí, sí, toooooooda la tarde.
Abandonan, primero uno y luego el otro, la habitación del hotel. Él dobla hacia la derecha para adentrarse en la boca de metro.
Yago ha aprendido su primera poesía en la escuela y parece que le gusta. Está entusiasmado y quiere recitársela a todo el mundo.
Vuelven a dejarlos debajo de sus camas como cuando eran pequeños pero de eso hace mucho tiempo.
Salen sigilosamente de las habitaciones de sus hijos. Se encaminan a la sala. Están deseando estar solos, relajarse en el sofá, hablar tranquilamente de sus cosas, mirarse a los ojos, acariciarse, besarse…
Vuelven a ser invisibles. De repente, me encuentro sobre una nube que, arrastrada por el viento, me lleva al País de las Flores, donde debo rescatar al Rey de los Tulipanes.
Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de cola.
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